viernes, 7 de diciembre de 2012

LOS ARTISTAS OLVIDADOS DEL DÍA MUNDIAL DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD

  Rafael Mingo

Presidente COCEMFE MAESTRAT
Parada de COCEMFE MAESTRAT en CASTELLÓN
Una manifestante discapacitada
Observadores discapacitados viendo la obra de tealtro reivindicativa














Los artistas olvidados representando la obra




Una de las actrices realizando su papel




 

Un momento drmático: Una espectadora tira una bolsa de basura sobre los discapacitados
Momento de la lectura de un manifiesto sobre el estado de la discapacidad
Aspecto de la plaza

Momentos dramáticos:¿Cómo salir del abandono social?
Queriendo escapar de la soledad y el dolor







El Sr. Alcalde de Castellón con representantes de COCEMFE MAESTRAT

jueves, 6 de diciembre de 2012

DÍA MUNDIAL DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD



Rafael Mingo

Es preocupante que el público en general, y más los políticos en particular, ignoren que en el mundo existen mil millones de personas con algún tipo de discapacidad; solo en España tenemos más de dos millones. Grave es que lo ignoren, más grave que no se pongan las medidas para paliar en lo posible tantos problemas a los que se enfrentan estas personas y sus familiares a diario.

Digo esto porque el día 3 de diciembre se celebró en todo el mundo el día de la discapacidad, COCEMFE MAESTRAT y su CLUB BAMESAD, estuvo presente en los actos que se celebraron en Castellón para apoyar al conjunto de entidades y asociaciones que sí se preocupan del colectivo. Es un día en el que se realizan muchas actividades con el único fin de promover la toma de conciencia de la gente y también de los políticos sobre la magnitud y consecuencias que padece este colectivo. 

Un grupo de ellos, con algún tipo de discapacidad, mostraron ante el público congregado allí, Plaza Santa Clara (Castellón), a través de una obra teatral, con una duración escasa de 10 minutos y,  mediante la expresión corporal, cuán lejos está la sociedad de esta realidad y qué mínima es la “pre-ocupación” de los políticos en buscar soluciones para el mismo. Dejaron bien patente que están abandonados y se sienten “basura”. La obra nos puso los pelos de punta a todos los asistentes. 

Por allí pasó el Sr. Alcalde de la Ciudad, acompañado de la Sra. Concejala de Bienestar Social, no sé si tomaron nota de las inquietudes y de los enormes problemas del colectivo  que allí se mostraron.  Creo que su paso por dicha plaza fue meramente testimonial, ojalá que esté equivocado.

Se dio fin al acto con la lectura de un manifiesto, en el que se expresaba con meridiana claridad, la precaria situación en la que se encuentran estas personas y las organizaciones del sector y, llamar la atención de la clase política para que no se retroceda en el campo de los derechos de las personas con discapacidad conquistados a lo largo de la amplia y consolidada trayectoria del tejido asociativo. No siempre son motivos económicos.

 Todos somos responsables de que la inclusión social de las personas con distintas CAPACIDADES sea una realidad, depende de nosotros y de las barreras que la sociedad  ponga en su camino y no de la deficiencia, ACTUEMOS. 

sábado, 1 de diciembre de 2012

PINCELADAS Y LOCURAS EN LA RUEDA ALEMANA
















MI TRAVESÍA SOBRE LA RUEDA ALEMANA



Rafael Mingo


Transcurrían los últimos años de los 60. Estudiaba para ser Profesor de Educación Física. Un día, por casualidad, junto a unos compañeros de estudios, encontramos en nuestro centro, en un rincón inhóspito, un aparato que nos llamó la atención, pues jamás lo habíamos visto en competición alguna. Desde su descubrimiento tuvimos enormes deseos de probar “fortuna”, como así fue, en dicho aparato. Subimos en esta enorme rueda y sin quererlo, y mucho menos sin saberlo, nos habíamos transformado en los inventores de la Rueda Alemana en España (Rhönrad en alemán); así se sigue llamando lo que era un nuevo deporte para nosotros.  

Ninguno teníamos ni idea de qué se podría hacer en dicho aparato. Fuimos descubriéndolo a base de golpes, caídas, con riego elevado de rompernos algún que otro hueso, incluidos los de la cabeza. Estas ruedas eran de hierro puro, con lo cual, los ejercicios que íbamos inventando los hacíamos con gran dificultad y riesgo  pues se realizaban sobre cemento o  tierra. Aquello patinaba como un esquí en la nieve. Hubo caídas para no contarlo, los compañeros, aquellos que observaban nuestras evoluciones, cada vez que nos veían caer exclamaban: otra vez ha roto el suelo. Sabían que jamás nos pasaba nada, verdaderamente aquello era milagroso.

Alguien pensó que las ruedas podrían ser forradas con goma. Así fue, con goma de  manguera  forramos las ruedas. Las gomas se sujetaban con abrazaderas, sobre los aros untados con un pegamento especial para asegurar su fijación. Realmente, aquello fue un gran invento que nos evitó muchas lesiones y logramos aprender más rápido, eso sí, sin ninguna metodología y sin objetivos previstos. Con el tiempo logramos que las ruedas se fabricaran con las gomas ya incluidas; este fue un paso realmente asombroso, aunque las ruedas pesaban, ¡¡uf si pesaban!!  

Sin conocimientos de ninguna clase, sin metodología ni referencias históricas sobre la Rueda Alemana, fuimos capaces de evolucionar rápidamente apoyándonos los unos en los otros, logrando realizar ejercicios de mucha dificultad y riesgo. En un principio los ejercicios eran muy estáticos y poco coordinados, sin embargo, no tardamos en lograr que estos ejercicios se enlazaran y coordinaran formando figuras de un gran valor estético. Nació en España la RUEDA ALEMANA, gracias a unos pocos “locos” que creyeron en sí mismos y en sus posibilidades.  El único centro donde se practicaba este deporte de riesgo era la Academia de Mandos “José Antonio”, en Madrid, después fueron apareciendo otros centros, pero sin ningún éxito.  
¿Por qué Rueda Alemana? Fue inventada por un alemán y fue allí, en Alemania, donde un señor llamado Otto Feick construyó la primera rueda, la cual nada tenía que ver con las actuales y mucho menos con las que utilizábamos los gimnastas de esta especialidad aquí, en España. Las ruedas actuales están hechas a piezas y con materiales muy livianos, por supuesto son desmontables y su peso es más pequeño, con lo cual se pueden transportar fácilmente en espacios reducidos y lo más importante, son muy manejables y el aprendizaje es más rápido y seguro.

Mi experiencia con la Rueda Alemana duró cuatro años con alto rendimiento, aunque es verdad que, una vez terminada la carrera y logrado mi primer destino en Castellón de la Plana, concretamente en el I.E.S. “Francisco Ribalta”, seguí entrenando pero sin objetivo personal alguno. Me contrataron para dar clases de mantenimiento en el Estadio Castalia de la ciudad. Allí hice comprar dos ruedas alemanas. Realicé varias exhibiciones, el público se entusiasmaba viendo aquel espectáculo. Quise introducirlo entre los estudiantes, pero no se animaron. Lo veían altamente peligroso. Fue un fracaso rotundo. Me quedé solo ante el peligro, realizaba alguna que otra exhibición, pues como espectáculo, repito, si tuvo éxito y mucho.

El siguiente capítulo comenzó a gestarse en la antigua Universidad Laboral de Cheste, Valencia. Fue mi nuevo destino. Allí también logré que se compraran 2 ruedas. El fracaso fue grandioso, al igual que en Castellón. Los alumnos no querían saber nada de este artefacto, lo consideraban  peligroso y tenían toda la razón, era muy peligroso y difícil de aprender. Al menos, en este centro, lo intentaron. Seguí realizando exhibiciones, eran la admiración de todo el público, en este sentido, me sentía muy orgulloso y agradecido. Al marchar de la Universidad Laboral de Cheste quedaron allí las ruedas, arrinconadas y olvidadas, hasta que una persona se fijó en ellas y…

Bien, como he dicho, mis comienzos en la Rueda Alemana fueron autónomos y sin ningún patrón o metodología. Muchos años después, cercanos los noventa, gracias a Consuelo Martínez Martínez, Profesora Titular de la Facultat Ciències de L'Activitat Fisica i Deportiva, que se encontró con mi antigua rueda y qué casualidad, también a ella le llamó la atención, tanto, que comenzó a desarrollar una metodología… y que puso en práctica con éxito en su facultad. Yo aprendí que los movimientos que realizaba en mi “vieja” rueda, unos se llamaban ejercicios en LÍNEA, es decir, desplazamientos   con los dos aros de la rueda sobre el suelo. Yo lo denominaba desplazamientos hacia un lado u otro, con una mano, con las dos manos y sus combinaciones e incluso sin manos.  …ESPIRALES, no sabía que realizar ejercicios sobre un solo aro de la rueda se llamaban así, sencillamente para mí y mis compañeros, eran caídas adelante o hacia atrás, con dos manos y con una sola. Yo, personalmente, intenté sin manos, nunca lo logré. Los SALTOS sí, estos eran idénticos. Sin embargo actualmente no hacen, o al menos no lo he visto, EQUILIBRIOS encima de la rueda; esto fue un invento mío de alto riesgo, como podréis ver en las fotos que en este mismo blog publicaré.

    Fueron muchos los eventos deportivos en los que participé durante varios años en esta modalidad que llegué a amar y odiar al mismo tiempo.  Intervine en dos Gimnastradas Internacionales donde la Rueda Alemana era uno de los “platos” más atractivos. Fui elegido, junto a otros cuatro compañeros, para participar en El Gran Premio de T.V.E. Tuve la suerte de ganar dicho concurso, (he de decir que cualquiera de los cinco, hubiera podido ser el campeón, todos íbamos muy preparados y éramos los mejores en esos momentos de España). Realicé junto a mis compañeros, exhibiciones en múltiples eventos deportivos.

Me entrenaba diariamente durante varias horas, horas que restaba al  estudio, la diversión…etc. Mientras mis compañeros de promoción se divertían, yo estaba realizando entrenamientos agónicos de Rueda Alemana. Lo que un día comencé como diversión y formación divertida, se transformó en obligación, el Director de la Academia me exigía preparación y rendimiento para realizar las exhibiciones que él creyera conveniente. En algún momento le pedí que me dejara abandonar los entrenamientos de la Rueda Alemana, pero no lo logré.

Una pista polideportiva de 20 X 40 m. aproximadamente era el lugar de mis entrenamientos. Allí, muchas veces en solitario, ensayaba, una y otra vez, aquellos movimientos que más tarde formarían parte del repertorio de las exhibiciones. También contaba para entrenar con un patio de tierra, donde filas de árboles llenaban el paisaje. La pista polideportiva era continuamente “admirada” por los estudiantes que, desde las ventanas, miraban mis evoluciones y por supuesto mis caídas, las cuales siempre eran aplaudidas. En el patio de tierra, entre las filas de árboles, dedicaba mucho tiempo al entrenamiento de eslalon, lo mismo que se hace en el esquí. En una ocasión estuve a punto de matarme. En uno de esos giros, tuve la mala suerte de que una parte de la rueda diera en el árbol: salí despedido, la rueda me dio en la cabeza al mismo tiempo que me estampaba contra el árbol. Fueron minutos de angustia y zozobra para las personas que presenciaron aquello, yo quedé inconsciente durante esos minutos.  Como siempre, los compañeros decían, “ya ha roto la rueda, una más”. Al ver que no me movía, fueron a buscarme. Todo esto me lo contaron después. A los seis minutos, según mis compañeros, volvía a nacer. Así transcurrieron cuatro largos años de entrenamientos agónicos, jugándome la vida en cada uno de ellos. Por eso, mi amor y mi odio a este deporte que tanto me dio y que tanto me quitó.

  No tenía  ninguna de las habilidades que se necesitan  para dominar la Rueda Alemana. Poco a poco fui adquiriendo destreza y percepción corporal, dos cualidades indispensables para poder crecer en el conocimiento y práctica de la Rueda Alemana. Musculación me sobraba, pero me faltaba flexibilidad, por lo que también me faltaba estética. Logré con el tiempo y los duros entrenamientos, tener una buena orientación espacial, muy necesaria para dominar los movimientos que se  hacen sobre este artefacto. Equilibrio no me faltaba y, gracias a ello, fui capaz de realizar ejercicios de gran dificultad. He nombrado alguna de las cualidades indispensables para dominar la Rueda Alemana. No menos importante era tener valor, espíritu de sacrificio y superación, un organismo equilibrado y una mente poderosa. Con todos estos ingredientes, se puede intentar subir a la Rueda Alemana; los resultados, el éxito, siempre son producto de la entrega, la suerte, el esfuerzo en su máxima expresión y la renuncia incondicional a los “placeres” de la vida. Al menos, ese fue mi caso.

Dar las gracias a D. Ignacio Manchón, profesor que tuve el honor de tener en mis años de estudiante y persona que quiso ayudarme y no solo a mí, también a mis compañeros. Siempre fuimos por delante de él, pero lo intentó, eso fue lo más importante. También gracias a Consuelo Martínez Martínez, que tuvo el coraje de continuar con éxito este magnífico, atractivo y bello deporte, no solo en Valencia, sino por muchas otras regiones españolas.

Un recuerdo muy especial a los compañeros que conmigo, fueron elegidos para ir al Gran Premio de T.V.E : José Ramón Pou Blanco, Jaime Ávila Pardo, Rafael López Navajas y Miguel Torralba Jordán. Maravillosos compañeros, maravillosas personas. También recordar a alguno de los que lo intentaron, entre ellos Antonio Ocaña González, Luís Fernando Sarraseca y…tantos y tantos que se quedaron por el camino.

“Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa”. (Mahatma Gandhi).



Con esto me quedo




miércoles, 21 de noviembre de 2012

LUCHAR, SIEMPRE VALE LA PENA




En el año 2003 fui galardonado, con el tercer Premio Nacional de Innovación Educativa, por un trabajo de investigación en el consumo de drogas en el centro escolar donde yo realizaba mi trabajo como docente. Dicho trabajo lo llevé a cabo por el compromiso, sin fisuras, que había adquirido con mis alumnos; con la juventud en general, para convencerles de que el consumo de drogas era un camino sin retorno, una equivocación desde cualquier prisma que se mirara. En definitiva, era un compromiso conmigo mismo y con la sociedad.

Llevaba muchos años luchando contra las drogas cuando decidí dar este paso tan importante en la investigación profunda sobre las mismas. Antes, lo había hecho sobre el tabaco casi en exclusiva. Luché contra esta lacra del tabaquismo en todos aquellos centros docentes donde tuve la suerte de trabajar. Mi tesón, mi garra y mi insistencia en defensa de la salud y mi “enfrentamiento” al tabaquismo, me granjearon algunas enemistades y la fama de profesor “broncas”.   Fueron muchos compañeros los que me dieron la espalda y lo más grave, jamás ningún directivo, de ningún centro, apoyó mi causa. Cuando alguien lo hizo, tímidamente, fue por motivos crematísticos que no mencionaré, no vale la pena.  Hoy día, debido a la Ley sobre el tabaco, todos tienen que cumplirla. Lo siento, algo habré tenido que ver en ello y en que los centros educativos estén libres de humos. Ahora nadie se acuerda.

De manera breve, contaré el itinerario seguido en mi último centro de enseñanza, el I.E.S. “Leopoldo Querol” de Vinaròs, Castellón. Llegué en 1987 para ejercer mi profesión, Profesor de Educación Física.  Encontré un centro, en el terreno del tabaquismo, permítaseme la expresión, repugnante. Se fumaba en las aulas, en los claustros, en las reuniones e incluso, muchos alumnos lo hacían a escondidas también.  Claro, si lo hacían los profesores, ¿por qué ellos no?

Mi primer “triunfo” fue todo un desafío hacia el Jefe de Estudios en aquellos momentos. Asistía a mi primer claustro como profesor de dicho centro. Mi sorpresa fue ver como se fumaba en aquel espacio. En un momento determinado pedí la palabra para decir: Por favor, si no se deja de fumar en esta reunión, me obligarán a marcharme de la misma y deseo que si, esto ocurre, se expongan los motivos en el acta de la reunión. Recuerdo que hubo un silencio sepulcral. Al cabo de unos minutos, todos los fumadores habían apagado sus cigarros. Naturalmente, me quedé en la reunión. Esto solo fue el comienzo.

 La ley que existía en aquellos momentos, creo que era la de 1984, la hice cumplir a rajatabla. Sin contar los pormenores de mi lucha, pues necesitaría escribir un libro, citaré aquellos logros más importantes, eso sí, habiéndome dejado por el camino: ilusiones, fracasos, alegrías, tristezas, enfrentamientos y algún que otro apoyo, de palabra, de hecho, ninguno. Nada me impidió, seguir luchando por mis objetivos.

Comenzaré diciendo que logré que no se fumara en la sala de profesores, esto duró varios años, años muy duros pues la mayoría del profesorado, entonces, era fumador. El profesorado dejó de fumar en las aulas, los pasillos se limpiaron de humos. Una sala para profesores fumadores y otra para no fumadores, fue una conquista extraordinaria, épica. Una lucha titánica precedió al triunfo. Se logró con sudor y lágrimas, por eso fue tan especial para mí. En ninguna reunión, por supuesto, se fumaba. La gente poco a poco, se fue concienciando y dejaron de fumar por iniciativa propia. Muchos fueron los que agradecieron aquella lucha en beneficio de todos y de la salud fundamentalmente. El alumnado disminuyó considerablemente el tabaquismo.

Mis últimos años fueron más tranquilos en este sentido. Llegó la Ley sobre el tabaco y no hubo otro remedio que cumplirla y, aún así, siempre había algún profesor que se saltaba la ley y hacía “de su capa un sayo”, esto último duró muy poco. Todos se hicieron disciplinados y cumplieron las normas que la nueva ley exigía. Por fin, el centro sin humos. Maravilloso, me sentía altamente reconfortado. La Ley sobre el tabaco, con la que no estaba, ni estoy, totalmente de acuerdo, la consideraba como algo mío, algo que me pertenecía después de tanta lucha, era como un reconocimiento a mi labor.

Todo lo hacía por la juventud a la que siempre he amado profundamente y en la que siempre he creído y además, estoy muy  agradecido a ella pues de todos los jóvenes he aprendido mucho y me hicieron crecer en mi postura y en mi lucha y también en mis conocimientos. Ellos me lo han dado todo, por eso, luchar por ellos era un deber.

Es hermoso y muy gratificante andar por la calle, sentir el cariño de la gente, de algún profesor, de algún joven, ahora ya no tan joven, cuando se acercan a ti y te dicen con satisfacción y alegría: gracias Mingo, gracias por tus consejos, gracias por aquella lucha contra las drogas. Por tu “culpa” yo he dejado de fumar, he dejado de tomar drogas, he…Todo esto me llena de orgullo y me reafirma que aquella lucha valió la pena.

Recibir el Premio Nacional de Innovación Educativa fue para mí lo más importante que podía ocurrirme en aquellos momentos. Lo consideré  un reconocimiento a toda una trayectoria de lucha profesional que además coincidía, casualmente, con el final de mi vida docente, poco después me llegaba la jubilación.

Aunque una de mis obsesiones en la vida siempre ha sido  superarme a mí mismo, es inherente en mi naturaleza, confieso que transcurridos algunos meses de la entrega del premio tuve ganas de renunciar a todo. La culpa, la culpa la tuvieron los directivos del centro, el profesorado en general y el escaso interés mostrado por los padres del alumnado del centro. El premio quedó “guardado” en un cajón, nadie se preocupó de ponerlo en marcha. Lamentable y triste realidad. Un final indecoroso e inútil.

Por todo lo mencionado, y con la máxima prudencia y modestia, puntualizo que me considero un pionero en la prevención de las drogas y muy especialmente en la prevención del tabaquismo. Mi lucha comenzó en el año 1969, por aquellos años nadie hablaba de estas “cosas”. Sin medios, sin ayudas, criticado, maltratado, apartado, aislado…la lucha continúo logrando magníficos resultados entre los jóvenes; ellos sí que respetaban el trabajo que se hacía, ellos creían en mis teorías, en mis mensajes y por qué no decirlo, en mi ejemplo. Por todo ello, siento profundamente que mis planes no se pusieran en práctica tras la consecución del Premio Nacional. Ellos, los jóvenes, sin duda, los más perjudicados y como consecuencia, la sociedad en general, ¿los responsables no tienen nada que decir? ¡Cobardes e irresponsables!
Momentos muy especiales. Recoger el premio es algo muy especial.