Rafael Mingo
Valencia, sin duda alguna, es una ciudad cosmopolita y
moderna, con magnos y preciosos monumentos, así como un gran abanico de valiosos
edificios. Pero Valencia, a pesar de todo esto, tiene el mismo problema que la
gran mayoría de ciudades y pueblos de España, como es, la poca sensibilidad
urbanística hacia el mundo de la discapacidad, al menos en alguna de las zonas
de la urbe.
Me trasladé a Valencia para llevar a una persona con
discapacidad, se presentaba a un examen en una de sus universidades. Llegamos
con tiempo suficiente para poder aparcar y
dar un “repasito” a los temas. Lo último resultó inviable, el tiempo
ocupado en aparcar fue desmesurado. El sitio, calle Espartero y cercanías, así
como en la explanada de la propia universidad, carecen de aparcamiento para
personas discapacitadas. Después de unas vueltas por la zona, determinamos aparcar
“al lado” de una plaza para discapacitados, naturalmente ocupada, en la calle Espartero.
Podrían habernos multado, dejamos una nota aclaratoria del problema. Afortunadamente,
por allí no pasó la policía municipal, ó quizás hizo la “vista gorda”.
Con el fin de favorecer la accesibilidad de todos,
contribuir a la cohesión social y territorial de la ciudad, mejorar la calidad
de vida de sus ciudadanos, fomentar la integración social y la posibilidad de
acceder a los diferentes servicios y oportunidades que se ofrecen, sería bueno
que la Concejalía de Urbanismo se paseara
de vez en cuando por ciertas zonas de la ciudad e hiciera un
estudio-diagnóstico de: calidad del transporte público, vías peatonales,
aceras, bordillos, rebajes, barandillas, etc. Valencia necesita mejorar en
accesibilidad y bastante, para que de verdad sea una ciudad para todos y de
todos en el siglo XXI.
Las ciudades son para los ciudadanos, pero no lo son del
mismo modo para todos. Quienes sufren algún tipo de discapacidad, que en
nuestro país son muchos, siguen marginados de alguna manera ya que se topan con
barreras y obstáculos, que no encuentran el resto de la población, en tareas
tan cotidianas como utilizar el taxi, efectuar una gestión en el Ayuntamiento o
resolver un asunto sanitario en un centro de atención primaria o, simplemente,
ir todos los días a la universidad.
Los estudios realizados y publicados en la ciudad de
Valencia sobre el desplazamiento de personas con discapacidad en silla de
ruedas, son buenos, me pregunto, ¿en qué zonas de la ciudad se realizaron estos
estudios? Valencia, como casi todas las capitales de nuestro país, carece de un
buen sistema que palie las grandes dificultades con las que se tropiezan las
personas con discapacidades auditivas y visuales.
Sería bueno dedicar más tiempo y sensibilidad para hacer de
nuestras ciudades y pueblos espacios accesibles, suprimiendo las muchas
barreras arquitectónicas que existen aún en la actualidad y que tantos
desequilibrios de igualdad proporcionan al colectivo de discapacitados como:
falta de pavimentos estables, aceras y bordillos mal rebajados, mobiliario inadecuado,
(jardineras, farolas, señales) mal ubicado. Todo ello, repito, necesita de una
mayor consideración y sensibilidad por parte de los responsables de las
administraciones públicas. Aún en los tiempos actuales hemos de avanzar en
cubrir estas carencias.
Para constatar que la ciudad de Valencia no posee el grado
de accesibilidad suficiente para el mundo de la discapacidad, personas mayores,
mujeres embarazadas, personas con algún tipo de movilidad reducida no
permanente, personas ciegas y sordas, invito a los responsables del área, también
a cualquier ciudadano, a subirse a una silla de ruedas y dar una vuelta por la
ciudad o, sencillamente, vendarse los ojos o taparse los oídos y recorrer el
casco urbano, no solo por el centro de la ciudad, también por las periferias.
Solo así, comenzaríamos a conocer, estimar y valorar el gran esfuerzo que
realizan cada día las personas con problemas de movilidad y, con toda
seguridad, estoy convencido, cambiaríamos nuestra actitud hacia el colectivo de
la discapacidad.
La Constitución Española, en su artículo 49, refiriéndose a
este colectivo, ordena a los poderes públicos que presten la atención
especializada que requieran y el amparo especial para el disfrute de sus
derechos. Por su parte, el Consejo de la Unión Europea, recomienda la creación
de una tarjeta de estacionamiento para personas con discapacidad.
Sin duda alguna, todo
esto es muy bonito en la letra, pero se hace odioso en la práctica. Cada
pueblo, cada ciudad, cada autonomía e incluso los pueblos de una misma
autonomía, tienen ordenanzas distintas, con lo que el mundo de la discapacidad
sufre los inconvenientes de esta falta de criterio único. Lo razonable sería
una misma ordenanza en todo el territorio nacional, en lo fundamental y básico
al menos. Valencia tiene la propia, solo falta que, poco a poco, vaya creando
más plazas para esta función y vaya transformando dicha ordenanza y así, adecuarla
al siglo XXI.
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