Rafael Mingo
Sr. Director
General de Atención Primaria de la CAM
Sr. Alcalde
de Villaconejos
Señoras y
señores Concejales
Amigas y
amigos
Han ocurrido
muchas cosas hasta llegar aquí, ha sido como atravesar un río caudaloso o como
encontrarse en el centro del mar, en medio de una gran tormenta, rodeado de un fuerte
oleaje donde las descargas eléctricas son capaces de destruir cuanto encuentran
a su paso. Las relaciones humanas, a veces son así.
Solo he buscado
JUSTICIA, justicia para un hombre, mi padre, que trabajó sin descanso buscando el
progreso del pueblo entero, sin reparar en banderas o credos; no miraba qué día
era en el calendario, ni tampoco qué hora marcaba el reloj. Se volcaba en
exclusividad al prójimo, objetivo único de su interés, y desvelo constantes.
A pesar de
tanto dolor e incomprensión acumulados en todos estos años de lucha personal,
soy feliz porque encontré personas por el camino que me decían: CAMINEMOS
JUNTOS. Gracias a ellos, estamos aquí para realizar un acto de JUSTICIA al
hombre que tantos años estuvo regando generosidad y sacrificio en beneficio de
la salud de todos.
Porque
siempre creí en el HOMBRE y especialmente en mi
padre, D. Justo Mariano Mingo
Torres, Médico Rural de Villaconejos, hoy, deseo rendir homenaje a todos los médicos
rurales quienes, durante décadas, desarrollaron una ingente labor en la sanidad
española y, de manera muy particular, a
mi padre, quien desempeñó durante más de 36 años su profesión en nuestro pueblo,
Villaconejos.
Con ello
quisiera perpetuar su memoria y su legado profesional para conocimiento y
ejemplo de las nuevas generaciones. Pretendo que mis nietos, los hijos de mis
nietos y también los médicos del siglo XXI puedan conocer y sepan valorar cómo
era el ejercicio de la medicina en ciertas zonas rurales hace 60 o 70 años. Sé
que a él le hubiera gustado.
Sin duda
alguna, su capacidad analítica, su tesón, su agilidad intelectual, su espíritu
de sacrificio y su dedicación permanente, constituyen una gran herencia para
las próximas promociones que quieran dedicarse a esta hermosa profesión que es
la medicina.
Fue un
defensor firme de los principios éticos de moralidad, decoro y responsabilidad
en el ejercicio de la misma, y pido a Dios Todopoderoso que ilumine a todos los
médicos españoles, en estos tiempos difíciles que estamos viviendo, a fin de
que surjan muchos profesionales de su talla.
Su vida fue
un ejemplo de lucha y altruismo. Ayudó a todos los conejeros por igual y a toda
persona que necesitara de sus servicios y lo hizo en todas las vertientes: de
salud, económica, cultural, personal, humana y espiritual.
Basó su
trabajo en la vocación y el sacrificio. Vocación de ayuda al prójimo, que le
llevaba a sanar y a salvar vidas, muchas veces sin apenas más recursos que sus
conocimientos, sus dos manos y el don de la cercanía que tenía para con sus
pacientes.
Sus
herramientas de trabajo eran: un tensiómetro, un fonendoscopio y un termómetro.
¡Ah!, se me olvidaba: y un gran corazón. No buscaba “caer bien” sino ser un
buen médico. Estoy convencido, y creo que estarán de acuerdo los presentes, que
lo consiguió.
Por supuesto
que soy conocedor de las limitaciones de mi padre, de sus defectos y carencias
que también los tenía. Pero estos los dejaremos para otro día. Creo que sólo
engrandecen su figura: nos muestran que era sólo un hombre, como nosotros.
Quisiera
destacar en mi padre dos lecciones de vida: una, su entrega y su tesón, su
capacidad de esfuerzo. Otra, su humildad. Igualmente épica.
Como ejemplo
de lo dicho citaré estas palabras que yo mismo le escuché en alguna ocasión:
“Si algún asomo de mérito me asiste en el desempeño de mi profesión, este es
bien limitado; yo no he hecho más que cumplir con el clásico juramento
hipocrático de hacer el bien a mis semejantes”.
Teresa, su
esposa, mi madre, fue todo un ejemplo, desempeñando un importante papel a su
lado, compartiendo el espíritu de servicio y sacrificio mientras cuidaba de
todos nosotros, sus numerosos hijos.
Es por todo
esto que hoy podemos rendir un merecido homenaje a Don Justo Mariano Mingo: al
hombre, al médico, al padre, al amigo, al maestro, al ejemplo que durante casi
treinta y siete años estuvo al servicio de este pueblo las veinticuatro horas
del día.
Solo me
queda dar las gracias a…
D.
Javier Benavente Ruiz y su partido I.U Los Verdes
Por pensar
de esta forma y ser el origen de lo que hoy estamos celebrando. Leo vuestras
palabras:
Los pueblos
son recuerdos, cultura y tradición pero sobretodo ejemplo de personas que
dejaron huella, historia de aquellos que lo dieron todo por lo demás sin
importarles sus ideas, estatus social o la situación histórica en la que
Vivian.
Honrar a
esos hombres es un deber para todos aquellos que sienten nuestro pueblo como un
conjunto de ilusiones, de servicio, y anhelos de esfuerzo colectivo e
individual por crear una sociedad mejor y más justa, honrarles sin importar
nada más que su aportación a este pueblo sin prejuicios ideológicos, honrarles
para mostrar que este pueblo no olvida a quienes han dado tanto a Villaconejos.
Hoy tenemos
aquí un ejemplo de hombre dedicado a nuestro pueblo un ejemplo de servicio
público. Hacedor de estos pequeños ejemplos que contribuyeron a un pueblo de
tolerancia, un médico rural con un inusitado amor a la profesión y a las
personas de nuestro pueblo y sobre todo al bien común.
A D.
Adolfo Pacheco Sánchez,
Alcalde de Villaconejos. Cuando Ud. se enteró de la propuesta de I.U. Los
Verdes, no dudó ni un solo instante en que dicha propuesta se llevara a Pleno.
Recuerdo sus palabras cuando telefónicamente Ud. me decía: Rafa, tranquilo,
esto se hace. Ha cumplido su palabra y ha contribuido a que Villaconejos haya tenido
hacia la figura de mi padre un merecido reconocimiento. Gracias a Ud. y al
Grupo Popular (PP) de Villaconejos.
A D.
Javier Contreras Fernández (ALINVI) Porque Ud. tampoco dudo ni un solo instante, en sumarse a
esta propuesta.
Y gracias de
todo corazón, a todos los asistentes, en especial, a todos mis familiares.
Villaconejos
11/10/2013
Me parecen unas palabras muy emotivas y si tu padre las escucha donde este le caerían las lagrimas de ver como un hijo a aprendido sus virtudes de persona comprometida con su pueblo (Villaconejos)...y no dudo que algún defecto tendría pero eso casi pasa desapercibido cuando uno tiene canto corazón, el cual Rafa Mingo has heredado de tu padre, y lo sé, porque eres un voluntario comprometido con la discapacidad, que trabaja y trabaja sin pedir nada a cambio, cosa que te agradezco de corazón, tu amigo Manolo
ResponderEliminarAfortunadamente es así. Mi padre me lo enseñó todo, fundamentalmente, a amar a las personas. Gracias por este comentario tan auténtico. Estaré con vosotros hasta que las fuerzas se acaben. Un abrazo, amigo.
ResponderEliminarRafa, siempre pensé que eras un "tío" estupendo. Gracias por tu interés en todo aquello que crees es de justicia. Lo has demostrado en muchos casos, pero en éste es de un buen hijo. Trabajo y tiempo te ha costado, por ello la satisfacción debe ser infinita. Tu padre, desde el cielo, te enviará a ti y a toda tu familia bendiciones.
ResponderEliminarRafa, lo he leído tres veces y cada vez me gusta más. Mi más cordial felicitación.
ResponderEliminar¡Enhorabuena Rafa!
ResponderEliminarGracias por hacerme participe del discurso, es como si hubiera escuchado tus palabras y me ha emocionado.
Imagino que habra sido un día inolvidable y el recuerdo de tu padre perdurará para siempre.
Un abrazo.
Rafa, muy bonito, muy emotivo y con las palabras justas. No te fuiste por la ramas y menos lo hiciste soporífero. Me ha gustado. Enhorabuena, ibas para orador.
ResponderEliminarUn saludo.
Magnifico discurso, digno de un gran orador y admirador de su padre.
ResponderEliminarEnhorabuena por el reconocimiento a la labor de tu padre.
Saludos
He visto todas la fotografias del homenaje a tu padre y por supuesto he leído
ResponderEliminartus entrañables palabras. Un verano de hace muchos años, conocí a tu padre un dia
que estábamos en la piscina de la "Uni". Entonces pude darme cuenta de la calidad
humana y valores que atesoraba. leyendo lo que manifiestas en tu escrito, compruebo
que no estaba equivocado.
Leo con atención todo lo que me mandas y queda evidente que no hay quien te pare.