Rafael Mingo
Gracias, gracias, gracias. No
tengo otra palabra para agradeceros el enorme detalle que habéis tenido
conmigo. Demostráis de esta manera el cariño y amistad que guardáis hacia mí.
Tenéis unos hijos “inmensos”, tan
grandes y espectaculares como el mar. Vuestros hijos me proporcionan más luz
que la propia luna al anochecer, ellos, son los que me iluminan y me hacen ser
como soy. Me dan alegría y felicidad. Con toda seguridad, ellos, después de mi
familia, son los seres de la tierra que más quiero.
Son tenaces, inteligentes,
cariñosos, combativos, voluntariosos, sacrificados…¡qué envidia tengo de
ellos!, ¡cuántas cosas buenas nos enseñan a los demás!, ¡qué injusta la
sociedad con ellos! Por todo ello, también a vosotros, los padres, os tengo una
gran estima y cariño.
Me hacía falta este detalle,
seguramente que lo sabíais. Lo que menos importa es el objeto, lo que valoro es
el significado del mismo, lo que esconde vuestra actitud…mucho cariño, mucha
gratitud y reconocimiento a una labor que, día a día, uno trata de realizar lo
mejor que puede y sabe.
Quiero deciros, para terminar,
que estuve a punto de abandonar mi labor, ya sabéis porqué. Vuestro
reconocimiento a la misma, me hizo reflexionar, al mismo tiempo que mejoraba mi
autoestima.
Ellos valen la pena y vosotros
como padres, no tenéis porque recoger las equivocaciones de otros.
Un abrazo muy fuerte
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