Rafael Mingo
Transcurrían los últimos años de
los 60. Estudiaba para ser Profesor de Educación Física. Un día, por
casualidad, junto a unos compañeros de estudios, encontramos en nuestro centro,
en un rincón inhóspito, un aparato que nos llamó la atención, pues jamás lo
habíamos visto en competición alguna. Desde su descubrimiento tuvimos enormes
deseos de probar “fortuna”, como así fue, en dicho aparato. Subimos en esta
enorme rueda y sin quererlo, y mucho menos sin saberlo, nos habíamos
transformado en los inventores de la Rueda Alemana en España (Rhönrad en
alemán); así se sigue llamando lo que era un nuevo deporte para nosotros.
Ninguno teníamos ni idea de qué
se podría hacer en dicho aparato. Fuimos descubriéndolo a base de golpes,
caídas, con riego elevado de rompernos algún que otro hueso, incluidos los de
la cabeza. Estas ruedas eran de hierro puro, con lo cual, los ejercicios que
íbamos inventando los hacíamos con gran dificultad y riesgo pues se realizaban sobre cemento o tierra. Aquello patinaba como un esquí en la
nieve. Hubo caídas para no contarlo, los compañeros, aquellos que observaban
nuestras evoluciones, cada vez que nos veían caer exclamaban: otra vez ha roto
el suelo. Sabían que jamás nos pasaba nada, verdaderamente aquello era
milagroso.
Alguien pensó que las ruedas
podrían ser forradas con goma. Así fue, con goma de manguera forramos las ruedas. Las gomas se sujetaban
con abrazaderas, sobre los aros untados con un pegamento especial para asegurar
su fijación. Realmente, aquello fue un gran invento que nos evitó muchas lesiones
y logramos aprender más rápido, eso sí, sin ninguna metodología y sin objetivos
previstos. Con el tiempo logramos que las ruedas se fabricaran con las gomas ya
incluidas; este fue un paso realmente asombroso, aunque las ruedas pesaban,
¡¡uf si pesaban!!
Sin conocimientos de ninguna
clase, sin metodología ni referencias históricas sobre la Rueda Alemana, fuimos
capaces de evolucionar rápidamente apoyándonos los unos en los otros, logrando
realizar ejercicios de mucha dificultad y riesgo. En un principio los
ejercicios eran muy estáticos y poco coordinados, sin embargo, no tardamos en
lograr que estos ejercicios se enlazaran y coordinaran formando figuras de un
gran valor estético. Nació en España la RUEDA ALEMANA, gracias a unos pocos
“locos” que creyeron en sí mismos y en sus posibilidades. El único centro donde se practicaba este
deporte de riesgo era la Academia de Mandos “José Antonio”, en Madrid, después
fueron apareciendo otros centros, pero sin ningún éxito.
¿Por qué Rueda Alemana? Fue
inventada por un alemán y fue allí, en Alemania, donde un señor llamado Otto
Feick construyó la primera rueda, la cual nada tenía que ver con las actuales y
mucho menos con las que utilizábamos los gimnastas de esta especialidad aquí,
en España. Las ruedas actuales están hechas a piezas y con materiales muy
livianos, por supuesto son desmontables y su peso es más pequeño, con lo cual
se pueden transportar fácilmente en espacios reducidos y lo más importante, son
muy manejables y el aprendizaje es más rápido y seguro.
Mi experiencia con la Rueda
Alemana duró cuatro años con alto rendimiento, aunque es verdad que, una vez
terminada la carrera y logrado mi primer destino en Castellón de la Plana,
concretamente en el I.E.S. “Francisco Ribalta”, seguí entrenando pero sin
objetivo personal alguno. Me contrataron para dar clases de mantenimiento en el
Estadio Castalia de la ciudad. Allí hice comprar dos ruedas alemanas. Realicé
varias exhibiciones, el público se entusiasmaba viendo aquel espectáculo. Quise
introducirlo entre los estudiantes, pero no se animaron. Lo veían altamente
peligroso. Fue un fracaso rotundo. Me quedé solo ante el peligro, realizaba
alguna que otra exhibición, pues como espectáculo, repito, si tuvo éxito y
mucho.
El siguiente capítulo comenzó a
gestarse en la antigua Universidad Laboral de Cheste, Valencia. Fue mi nuevo
destino. Allí también logré que se compraran 2 ruedas. El fracaso fue
grandioso, al igual que en Castellón. Los alumnos no querían saber nada de este
artefacto, lo consideraban peligroso y
tenían toda la razón, era muy peligroso y difícil de aprender. Al menos, en
este centro, lo intentaron. Seguí realizando exhibiciones, eran la admiración
de todo el público, en este sentido, me sentía muy orgulloso y agradecido. Al
marchar de la Universidad Laboral de Cheste quedaron allí las ruedas,
arrinconadas y olvidadas, hasta que una persona se fijó en ellas y…
Bien, como he dicho, mis
comienzos en la Rueda Alemana fueron autónomos y sin ningún patrón o
metodología. Muchos años después, cercanos los noventa, gracias a Consuelo Martínez Martínez, Profesora Titular de la Facultat Ciències de L'Activitat Fisica i Deportiva, que
se encontró con mi antigua rueda y qué casualidad, también a ella le llamó la
atención, tanto, que comenzó a desarrollar una metodología… y que puso en
práctica con éxito en su facultad. Yo aprendí que los movimientos que realizaba
en mi “vieja” rueda, unos se llamaban ejercicios en LÍNEA, es decir,
desplazamientos con los dos aros de la
rueda sobre el suelo. Yo lo denominaba desplazamientos hacia un lado u otro, con
una mano, con las dos manos y sus combinaciones e incluso sin manos. …ESPIRALES, no sabía que realizar ejercicios sobre
un solo aro de la rueda se llamaban así, sencillamente para mí y mis compañeros,
eran caídas adelante o hacia atrás, con dos manos y con una sola. Yo,
personalmente, intenté sin manos, nunca lo logré. Los SALTOS sí, estos eran
idénticos. Sin embargo actualmente no hacen, o al menos no lo he visto,
EQUILIBRIOS encima de la rueda; esto fue un invento mío de alto riesgo, como
podréis ver en las fotos que en este mismo blog publicaré.
Fueron
muchos los eventos deportivos en los que participé durante varios años en esta modalidad
que llegué a amar y odiar al mismo tiempo.
Intervine en dos Gimnastradas Internacionales donde la Rueda Alemana era
uno de los “platos” más atractivos. Fui elegido, junto a otros cuatro
compañeros, para participar en El Gran Premio de T.V.E. Tuve la suerte de ganar
dicho concurso, (he de decir que cualquiera de los cinco, hubiera podido ser el
campeón, todos íbamos muy preparados y éramos los mejores en esos momentos de
España). Realicé junto a mis compañeros, exhibiciones en múltiples eventos
deportivos.
Me entrenaba diariamente durante
varias horas, horas que restaba al estudio, la diversión…etc. Mientras mis
compañeros de promoción se divertían, yo estaba realizando entrenamientos
agónicos de Rueda Alemana. Lo que un día comencé como diversión y formación
divertida, se transformó en obligación, el Director de la Academia me exigía
preparación y rendimiento para realizar las exhibiciones que él creyera
conveniente. En algún momento le pedí que me dejara abandonar los
entrenamientos de la Rueda Alemana, pero no lo logré.
Una pista polideportiva de 20 X
40 m. aproximadamente era el lugar de mis entrenamientos. Allí, muchas veces en
solitario, ensayaba, una y otra vez, aquellos movimientos que más tarde
formarían parte del repertorio de las exhibiciones. También contaba para
entrenar con un patio de tierra, donde filas de árboles llenaban el paisaje. La
pista polideportiva era continuamente “admirada” por los estudiantes que, desde
las ventanas, miraban mis evoluciones y por supuesto mis caídas, las cuales
siempre eran aplaudidas. En el patio de tierra, entre las filas de árboles,
dedicaba mucho tiempo al entrenamiento de eslalon, lo mismo que se hace en el
esquí. En una ocasión estuve a punto de matarme. En uno de esos giros, tuve la
mala suerte de que una parte de la rueda diera en el árbol: salí despedido, la
rueda me dio en la cabeza al mismo tiempo que me estampaba contra el árbol.
Fueron minutos de angustia y zozobra para las personas que presenciaron
aquello, yo quedé inconsciente durante esos minutos. Como siempre, los compañeros decían, “ya ha
roto la rueda, una más”. Al ver que no me movía, fueron a buscarme. Todo esto
me lo contaron después. A los seis minutos, según mis compañeros, volvía a
nacer. Así transcurrieron cuatro largos años de entrenamientos agónicos,
jugándome la vida en cada uno de ellos. Por eso, mi amor y mi odio a este deporte
que tanto me dio y que tanto me quitó.
No
tenía ninguna de las habilidades que se
necesitan para dominar la Rueda Alemana.
Poco a poco fui adquiriendo destreza y percepción corporal, dos cualidades
indispensables para poder crecer en el conocimiento y práctica de la Rueda
Alemana. Musculación me sobraba, pero me faltaba flexibilidad, por lo que
también me faltaba estética. Logré con el tiempo y los duros entrenamientos,
tener una buena orientación espacial, muy necesaria para dominar los
movimientos que se hacen sobre este
artefacto. Equilibrio no me faltaba y,
gracias a ello, fui capaz de realizar ejercicios de gran dificultad. He
nombrado alguna de las cualidades indispensables para dominar la Rueda Alemana.
No menos importante era tener valor, espíritu de sacrificio y superación, un
organismo equilibrado y una mente poderosa. Con todos estos ingredientes, se
puede intentar subir a la Rueda Alemana; los resultados, el éxito, siempre son
producto de la entrega, la suerte, el esfuerzo en su máxima expresión y la
renuncia incondicional a los “placeres” de la vida. Al menos, ese fue mi caso.
Dar las gracias a D. Ignacio
Manchón, profesor que tuve el honor de tener en mis años de estudiante y
persona que quiso ayudarme y no solo a mí, también a mis compañeros. Siempre
fuimos por delante de él, pero lo intentó, eso fue lo más importante. También
gracias a Consuelo Martínez Martínez, que tuvo el coraje de continuar con éxito este magnífico, atractivo y
bello deporte, no solo en Valencia, sino por muchas otras regiones españolas.
Un recuerdo muy especial a los
compañeros que conmigo, fueron elegidos para ir al Gran Premio de T.V.E : José
Ramón Pou Blanco, Jaime Ávila Pardo, Rafael López Navajas y Miguel Torralba
Jordán. Maravillosos compañeros, maravillosas personas. También recordar a alguno
de los que lo intentaron, entre ellos Antonio Ocaña González, Luís Fernando
Sarraseca y…tantos y tantos que se quedaron por el camino.
“Nuestra recompensa se encuentra
en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa”.
(Mahatma Gandhi).
Con esto me quedo