Rafael Mingo Solís
Mis padres, qué voy a decir de mis padres. Ellos fueron el origen de mi vida. Sacrificaron todo por cada uno de sus hijos: diez. Fueron un ejemplo absoluto a los que imitar. Buscaron nuestra felicidad dándonos estudios y toda clase de valores: esfuerzo, voluntad, sacrificio, respeto, educación, valentía, etc. etc. Valores que sigo al pie de la letra a mis casi ochenta años. Mi madre era una santa, debería estar en los altares. Nos cuidaba día y noche. Vivíamos en un “caserón” insalubre, frío, con goteras, destartalado, sin agua corriente y sin luz eléctrica durante unos años. A pesar de todo ello, nuestra madre, mi madre, todas las noches, varias veces, iba a “inspeccionar” si dormíamos, si estábamos bien tapados, nos daba el medicamento en caso de estar con tratamiento. Con el tiempo he comprendido que mi madre fue una madre entregada a sus hijos sin límites, realizando sacrificios increíbles. Mamá, fuiste la mejor madre que Dios me “regaló”.
Mi padre era médico y como ya he dicho anteriormente lo que nos transmitieron nuestros padres, procuraré hacer hincapié en el aspecto profesional y humano sobre él.
Además de todo lo dicho, quiero resaltar que mi padre, nuestro padre, trabajaba las veinticuatro horas del día. Los enfermos le llamaban a cualquier hora, fuera de día, de tarde, de noche, de madrugada, él acudía a visitar al enfermo/a; esto fue lo normal a lo largo de treinta y ocho años. Sin vacaciones, sin fiestas ni domingos.
Salvó a muchas personas con su gran HUMANIDAD, como una de sus grandes virtudes, su gran conocimiento de la medicina, un cerebro maravilloso y unas manos prodigiosas. Sus herramientas de trabajo, además de lo dicho eran: un aparato para tomar la tensión, un fonendoscopio y un termómetro, el resto, todo inteligencia y sabiduría.
En las madrugadas, cuando tenía que asistir a algún enfermo o traer al mundo una nueva vida, pasaba por el “churrero” y nos traía porras. Lo celebrábamos con regocijo.
Un día llegó alterado a casa, tenía que irse deprisa y urgentemente a Madrid, 54 km. En una caja de zapatos había colocado a una niña recién nacida, 600 gr. de peso. Entre algodones se la llevó en su coche a Madrid, llegó a un hospital y le dijeron que allí no podían hacer nada. Inmediatamente se marchó en busca de otro hospital, en el segundo hubo suerte y atendieron a la niña. La niña, después de un largo tiempo, dejó el hospital. Hoy la “niña”, es una gran mujer. Gracias papá, obraste un milagro con tu actitud y sabiduría. Movido por la firmeza de tus principios,añadiría.
Villaconejos, es mi punto de vista, no se portó de la forma más adecuada con él. Se le hizo un homenaje en el año 2013.En la actualidad el Centro Médico, lleva su nombre, producto de una gran “lucha” por mi parte y del Partido de IU-los Verdes, en aquel momento, que presentó en el año 2012 una propuesta solicitando que el Centro Médico de Villaconejos se cambiara de nombre y comenzará a llamarse…La propuesta salió adelante con los votos del PP, IU-los Verdes y ALINVI. Nunca me olvidaré de Javier Benavente Ruiz, el responsable de IU en aquellos tiempos, él fue el origen de que se llegase a realizar el homenaje merecido a mi padre.
Mi padre fue médico, maestro, conferenciante, dio cursos prematrimoniales, primeros auxilios, etc. Siempre implicado en el bien común de la población, hasta que se fue a Aranjuez, ya muy cansado y enfermo. Allí encontró una casa con luz y agua corriente y aunque parezca mentira, pero es una gran verdad, echaba de menos los madrugones y los días sin descanso, entre otras muchas cosas. Villaconejos lo llevó en el corazón hasta su último día aquí en la tierra. Papá, fuiste el mejor médico que ha tenido Villaconejos y el mejor padre que hemos tenido tus hijos.
Unas líneas para una persona muy singular, muy especial y
muy, muy empática: Juan Antonio Rodríguez Galindo, farmacéutico de Villaconejos
conocido como “el Botica”. Fue para mí y mi familia como otro padre, pero ante
todo, fue una persona muy humana, generosa, humilde y que entregaba parte de su
vida a los pobres y necesitados. Cuando alguna persona no podía pagarse
las medicinas, “el Botica” se las
regalaba… Si las medicinas eran muy caras, las pedía como muestras y las donaba
a la gente pobre. Así era “el Botica”. El día de su cumpleaños, 08 de agosto,
invitaba a todo el pueblo a tomar pastas y bollos que encargaba hacer a
personas que trabajaban en panadería, también invitaba a tomar bebidas como
limonada y otras. Por allí, por la farmacia, pasaban ciento de personas para
felicitar al “Botica” y tomar lo que quisieran.
Juan “el Botica”, el día de Reyes tenía regalos y dinero para los más pobres, él a todos los que pasaban por la farmacia ese día tan especial para los niños, tenían su regalo o su dinerito. Así, repito, era “el Botica”. Villaconejos nunca se lo reconoció. Juan, mereciste mucho más. Gracias por haber sido como fuiste, gracias por el amor que repartiste entre los más necesitados, gracias por todo. Un fuerte abrazo.
Yo nací a mediados del siglo XX, dentro de unos meses cumpliré los ochenta. A pesar de los años y mi ausencia, larga ausencia de mi querida tierra, de mi querido pueblo, Villaconejos, sigue en mi memoria y en mi corazón. Siempre y por muchas razones, he tenido y tengo a Villaconejos en lo más profundo de mis sentimientos.
Mis amigos de infancia fueron todos conejeros, como yo. Tuve muy buenos amigos, especiales amigos con los que compartí juegos, aventuras, colecciones de cromos, paseos, travesuras y muchas cosas más. Recuerdo a Jesús de Blás, con él, lo compartía todo, incluido la o chicas que en nuestros años nos atraían. No, nunca tuvimos problemas, todo era natural para los dos. Jesús, allá, donde quiera que estés, te mando un fuerte abrazo. La vida nos separó cuando salí de Villaconejos para realizar estudios. Volvía por el pueblo de vez en cuando, a veces nos encontrábamos, él comenzaba a trabajar en la panadería de sus padres con su hermano Pepe, otra gran persona. Sin quererlo, sin ningún motivo, la amistad se fue al limbo. Yo siempre te recuerdo, siempre. Desgraciadamente no puedo preguntarte si tú me recuerdas, seguro que sí, te marchaste de este mundo muy joven, de nuevo, un abrazo.
Jesús (Hubo 4 que se llamaban así), Carlos, Pedro, Agustín, Nicolás, Anselmo, Luis, Ángel, Daniel…Seguramente que la “pandilla” era más numerosa, no recuerdo a otros amigos, estos que he nombrado son los que corríamos juntos por todas las calles del pueblo, también por las eras y las carreteras, eso sí, con mucho riesgo. A veces, jugábamos juntos con nuestras amigas: Paquí, Chelo, Marisa, Paloma, Gloria… Junto a ellos y ellas pasé una infancia fantástica, amigos y amigas para toda la vida. Los chicos jugábamos a las canicas, las chapas, al aro, guerras de espadas, partidos de fútbol, al burro, policías y ladrones; con ellas al escondite, la queda, el pañuelo. No había televisores en casa, móviles, ordenadores ni falta que nos hacía. Éramos muy felices corriendo, saltando, contando historietas… nos sentíamos muy libres pues, sin coches, sin motos por las calles, el pueblo era para nosotros.
Así fue mi infancia, muy resumida pero muy sincera. Todo se volvió al revés. Mis padres nos llevaron a un colegio como internos, es decir, el colegio era nuestra casa. No tenía a mis amigos y amigas cerca de mí. En dicho colegio cumplía yo los nueve años. Era un colegio solo para chicos, los profesores, todos, eran eso, profesores, no había profesoras. Fue para mí el final de la infancia y el comienzo de la adolescencia, creo, que ésta me adelantó para hacerme un niño rebelde, indisciplinado y un mal estudiante.
Mi vida transcurrió fuera de Villaconejos, donde volvía en vacaciones navideñas, Semana Santa y verano. Aprovechaba dichas vacaciones para reencontrarme con los amigos y amigas de toda mi infancia. Al mismo tiempo comenzaba a ser otra persona, más inestable, más rebelde, más inquieta. Con doce años, más o menos, comencé a ir al Gimnasio General Moscardó de Madrid, allí encontré a un Campeón de España de Gimnasia Deportiva, D. José Novillo, me enseñó muchas cosas y sobre todo en él, encontré lo que me hacía falta, HUMANIDAD. Tuve la suerte de volver a encontrarme con él en un colegio al que me llevaron mis padres, en Madrid, obvio el nombre del colegio, destacar que él era el Profesor de Educación física. Aprendía mucho con él. Fue el que me enseñó el camino a seguir en mi vida, “tú Rafael, puedes ser un buen profesor de Educación Física”. Se lo agradecí y se lo sigo agradeciendo. Hice todo lo posible por volver a encontrarme con él, una vez finalizado mis estudios de Educación Física y otros, no lo conseguí. El tiempo nos había separado para siempre, mi corazón, siempre late más rápido cuando le recuerdo. Él fue mi timón y nunca, nunca olvidaré su gran HUMANIDAD. Gracias José Novillo.
Comienzo un nuevo “capitulo” dedicado a los “héroes” del melón de Villaconejos. Me voy a basar, no en las muchas lecturas que he visitado por Internet, lo hago tomando apuntes de una entrevista que realizaron el 19/06/2020 a Antonio Agudo Contreras: El trashumante del melón.
“A sus 60 (copio y pego) años, ha pasado la mitad como trashumante del melón. Sus padres y 700 de las 1.000 familias que había en el pueblo emigraban durante medio año a otras tierras”.
“Una costumbre arraigada en el pueblo, que ya hacían mis abuelos. Salíamos el 20 de marzo y volvíamos el 12 de octubre para sembrar y cosechar melones en las fincas arrendadas en cualquier parte de Castilla La Mancha, Extremadura e incluso Andalucía”.
¿Qué se hacía durante el invierno?
“Básicamente nada. Si todo había ido bien, teníamos dinero y la única preocupación era buscar nuevas tierras para la próxima cosecha”.
Bajo mi punto de vista, Antonio y los cientos de meloneros trashumantes que pasaban seis meses fuera de su tierra, son los verdaderos “héroes” que consiguieron con su esfuerzo, sacrificio, entrega, conocimiento de todo lo que rodeaba la siembra del melón y todo su proceso hasta llegar al mercado, gracias a ellos, repito, Villaconejos se hizo famoso internacionalmente y el pueblo fue creciendo en habitantes y en riqueza. Ellos son un gran ejemplo de amor a su gente, de amor a su cultivo y de amor en todos los sentidos. Los meloneros, los que se quedaban y los que siguen sembrando el melón en la comarca de Las Vegas, donde se crían los melones autóctonos fundamentalmente, son también gente que merece el premio a su sabiduría dedicada a este rico producto y logrando que, al igual que los trashumantes, el pueblo sea cada vez más internacional y el melón, una fruta cada día más exquisita y saludable.
Mi pueblo, Villaconejos, tiene el Museo del Melón, que fue fundado en el año 2003 por iniciativa de Fernando Agudo y al empeño de los vecinos. Este museo es el único en el mundo de estas características.
En este Museo del Melón, además de conocer la historia o leyenda del soldado, se puede recorrer todo el proceso de este fruto, desde la plantación a la venta, herramientas que se han usado a través del tiempo, utensilios y aperos de labranza propios del melonero, algunos mejorados con ingeniosos inventos para hacer más efectiva y liviana la labor; conservación de las semillas, fotografías de los antiguos portadores de este fruto que se hacía a lomos de asnos o burros, pasando meses fuera de casa, refugiados en precarias chozas para realizar la siembra que era una tarea dura en la que participaban hasta los niños echando las semillas en los hoyos de la tierra. Y cómo una vez recogidos los melones, los vecinos de Villaconejos, con el carro cargado, salían a venderlos a los puestos de los diferentes barrios de Madrid.
Hoy en día, se sigue la tradición melonera pero utilizando las nuevas tecnologías. El cambio ha sido increíble.
Me voy otra vez con mi grupo de amigos. Juntos recorrimos los caminos hacia el Barranco de Villacabras. Por aquel hermoso paraje, repleto de plantas verdes de todos los tonos, con cuevas a izquierda y derecha, con humedad que traspasaba nuestra piel, con agua corriendo suavemente por el fondo, íbamos nuestro grupo de amigos de vez en cuando. Yo en concreto, era muy aventurero y nunca pensaba que me pudiera ocurrir nada subiendo y bajando por aquel barranco buscando cuevas. Había una a la izquierda, llegando desde Villaconejos, era la más grande, su interior estaba lleno de agua y sus paredes rezumaban humedad, mucha humedad. Se podía ver desde su entrada, pues era difícil entrar a su interior si no llevabas el calzado adecuado, era evidente que ninguno lo portábamos.
Cada uno de nosotros inspeccionaba el barranco por su cuenta, cada uno confiando en sus cualidades físicas y sobretodo en su propia seguridad. Las horas pasaban y había que volver, un silbido y todos a una al lugar de encuentro.
Tanto a la ida como a la vuelta nos parábamos en la Cueva de los Frailes, yo nunca entré, la oscuridad me afectaba en forma negativa. Mis amigos me invitaban a entrar, yo de ninguna manera accedí y no sé cómo era la cueva. Curiosamente tengo todos los detalles de la misma gracias al libro escrito por D. Jesús Sancho Aguilera: Villaconejos. Apuntes de nuestro pueblo. Madrid. 1989. Por cierto, me dirijo a los jóvenes de Villaconejos: os aconsejo la lectura de este formidable libro, conoceréis todo, todo sobre vuestro pueblo, vale la pena. Historia viva de Villaconejos. La cueva, según D. Jesús, data de 1734, está construida en un montículo, excavada por monjes Carmelitas Descalzos que la utilizaban como bodega. Me entristece, que ya D. Jesús, cuando escribía este libro, exponía que la cueva estaba muy deteriorada y abandonada. Su propiedad es privada. Un monumento de mitad del siglo XVIII, en ruinas. Tremendo. Valdría la pena reflexionar sobre su historia.
Terminado nuestro paseo y exploración del barranco y de la cueva, cada uno a su casa. Decir que un día al año, todos y todas íbamos al Barranco de Villacabras, ese día era el Domingo de Resurrección. Allí nos comíamos un hornazo y cada uno/a, llevaba además lo que más les apetecía. Después, con la “tripa” llena, todos/as a jugar y a casita. Durante la vuelta lo pasábamos genial bromeando, contando chistes, nuestras aventuras, etc.
Como colofón a estos apuntes y pequeñas pinceladas sobre mis amistades infantiles/juveniles, deseo expresar que Villaconejos no solo es conocido internacionalmente por sus melones, también por sus aceites y vinos. Cuenta con aceites que están entre los diez primeros del mundo y que han recibido muchos premios, Óleum es uno de ellos. En vinos, destacar el vino blanco semidulce Alma de Valdeguerra. Excelente vino que ha recibido también premios importantes.
Además, mi pueblo cuenta, en otro aspecto de la cultura, con un pintor joven extraordinario: Miguel Ángel Laguna Villalobos. No le conozco personalmente, he hablado una vez con él telefónicamente. He leído su interesante biografía y he visto muchas de sus obras, sobretodo, las de pintura. Comparto su gusto totalmente, colores muy suaves y relajantes, pliegues en los ropajes excelentes, rostros y manos que me recuerdan a Zurbarán, uno de mis pintores favoritos.
Actualmente se encuentra trabajando en un proyecto internacional, ya que las obras de dicho proyecto van a ser enviadas a Belén.
Es, como describe en su biografía, Artesano de Arte-Sacro en: Pintura artística, modelado, escultura, dorado y policromía, restauración.
Sin duda Villaconejos, mi pueblo y el vuestro, tiene un gran ARTESANO DE ARTE SACRO.
Quiero dar la gracias a Dª Simona Andrea, Concejala Delegada de Educación y Cultura, Servicios Sociales y Deportes. Ella me informó sobre la figura de Miguel Ángel Laguna. También por la gran ayuda que me ha proporcionado a la hora de buscar y encontrar datos interesantes sobre personas y cosas que describo en este “artículo”.
Además de los personajes citados, voy brevemente a hacer mención de dos totalmente antagónicos que vivieron en Villaconejos.
Eugenio Oliva, nacido en Palencia, vivió en Villaconejos desde 1920, donde murió y fue enterrado. Fue pintor y profesor, sus obras llegaron a la Ciudad del Vaticano.
Márgaro Martínez, famoso bandolero de la zona, del S. XIX. No encuentro la fecha exacta del personaje. Está claro que nació y vivió en Villaconejos. De la poca biografía que he podido leer y estudiar sobre él, una cosa muy curiosa, a las personas que reconocía como “conejeras”, les daba un pañuelo rojo, de esta manera nadie les podía hacer nada malo.
Un último “consejo” para los jóvenes de Villaconejos, os repito, leed el libro de D. Jesús Sancho Aguilera. Es historia viva de nuestro pueblo, donde explica con todo detalle las fechas, características de la Iglesia Parroquial de San Nicolás de Bari, en esta parroquia me bautizaron y realicé mi Primera Comunión. Ermita de Santa Ana, hoy en día está preciosa, la visité hace poco, me encantó. Además es un lugar por donde jugaba mucho, con mis amigos especialmente. Ermita de San Isidro, por estos lugares he ido muy poco, pero vale la pena que conozcáis su historia. Se terminó de construir en 1970, en dicha fecha, yo comenzaba a trabajar en Castellón de la Plana.
Os dejo el título de este otro libro: EDUCACIÓN FÍSICA. Contenidos Conceptuales. Nuevas Bases Metodológicas. Autores: Rafael Mingo Solís (Conejero) y Lluis Adell Plá (Castellonense), ambos Licenciados en Ciencias de la Educación Física y el Deporte. Libro extraordinario para los amantes del deporte y el ejercicio físico. Lo tenéis en la Biblioteca de nuestro pueblo. Lo doné yo, personalmente. Os gustará, seguro.
Este escrito os lo dedico a todos los conejeros, especialmente a los jóvenes. Nosotros, los que nacimos en el año cuarenta y cinco, yo y otros muchos, habrás podido comprobar que fuimos muy felices a pesar de la época que nos tocó vivir. Nada que ver con la vuestra.
EL TETE. DESPEDIDA DE MI PADRE DE VILLACONEJOS
NOVILLADA EN LA PLAZA. FUENTE ANTIGUA
ERMITAS DE SANTA ANA Y SAN ISIDRO
IGLESIA PARROQUIAL SAN NICOLÁS DE BARI. EN ESTA IGLESIA ME BAUTIZARON
NUESTRA BAÑERA. ERAMOS MUY, MUY FELICES
LUGARES POR DONDE CORRETEABA. BARRANCO DE VILLACABRAS Y CUEVA DE LOS FRAILES
CAMINO HACIA EL BARRANCO VILLACABRAS Y FUENTE VILLACABRAS
PANORÁMICA DEL BARRANCO VILLACABRAS.
ALGUNOS DE NUESTROS JUEGOS
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