Rafael Mingo
Según la OMS, cerca de un billón,
si, un billón de personas en el mundo, vive con algún tipo de discapacidad.
Todos ellos se enfrentan a diario a la discriminación, a barreras físicas y
psicológicas, a barreras tecnológicas, de comunicación, legislativas, etc. Por
encima de todas ellas y al mismo tiempo, hay que añadir las barreras de actitud
social y política, por cierto, los políticos siempre por detrás y lejos de los
problemas reales de los ciudadanos.
Formando parte de ese billón de seres, tenemos además entre 110 y 190
millones de personas con algún tipo de discapacidad, que no tienen acceso a la
sanidad, educación y empleo y, aquí, en nuestro país la gente se queja de lo
que tiene. El que fuera presidente de los Estados Unidos,
Franklin Roosevelt, una persona con discapacidad física, manifestó:
"Sabemos que no existe igualdad de habilidades y destrezas, pero
insistimos en que debe existir igualdad de oportunidades".
La sociedad en general, no es
consciente de la magnitud del problema que vive a diario este colectivo que
lucha con todas sus fuerzas para formar parte e incluirse en la sociedad
que de alguna manera le da la espalda. Uno se pregunta cómo actuarían las
personas que tienen la suerte de acceder a todos los bienes que proporciona el
Estado y un día por cualquier motivo se les denegara el acceso a la educación,
transporte, justicia, empleo, salud, deportes, entre otras, ¿cómo asimilarían
esta nueva situación? La pregunta merece una profunda reflexión.
Llama la atención que las
iniciativas y propuestas para la inclusión de este segmento de la sociedad,
partan de asociaciones y entidades que sin ánimo de lucro, luchan para
conquistar el espacio que les corresponde como ciudadanos iguales ante la ley y
con los mismos derechos del mundo “normalizado”. La sociedad en su conjunto, necesita
cambiar la actitud hacia el
colectivo de personas con distintas cualidades; este parece ser, el principal
problema.
El 3 de diciembre se conmemora el
Día Internacional de las Personas con Discapacidad, fecha elegida por las
Naciones Unidas en 1982. La mayoría ignora esta fecha. Aquellos que la conocen,
casi siempre es porque en su entorno hay personas que tienen algún tipo de
discapacidad, pero, repito, la mayoría de los ciudadanos están al margen de
este tema. Parece que lejos de “amar al prójimo como a sí mismo”, la sociedad
viva una época donde cada uno “juega” para él, sin entender que el mundo está
compuesto por otros; en definitiva, no interesan los problemas del otro en la
medida que no le afecten a uno.
Mucho es el camino por recorrer
para asimilar y aplicar estos principios al mundo de cualidades diferentes: humanismo
social, igualdad, solidaridad, integración, inclusión, corresponsabilidad,
equidad, no segregación, no discriminación, respeto por la diferencia y
aceptación a la diversidad. La sociedad es poco empática y si algo inicua con
el colectivo de cualidades diferentes. La falta de información, y también de
interés de los entes públicos,
contribuye de alguna manera a que la sociedad no se corresponsabilice con este
problema; también el vacío en los medios de comunicación, incapaces de tratar
de manera educativa e igualitaria, contribuyen a que el mundo de diferentes no
encuentre el espacio que les corresponde. TODOS SOMOS IGUALES ANTE LA LEY.
Muchos países no cumplen las normativas dirigidas al mundo de la
discapacidad, por eso la OMS insiste en la necesidad de promover el acceso a
los servicios generales, invertir en programas específicos para las personas
con discapacidad, adoptar una estrategia y plan de acción nacionales, mejorar
la educación, formación y contratación del personal, proporcionar una
financiación adecuada, aumentar la conciencia pública y la comprensión de las
discapacidades, fortalecer la investigación y la recopilación de datos y,
garantizar la participación de las personas con discapacidades en la aplicación
de políticas y programas. Un buen paquete de medidas que los gobiernos de los
diversos países deberían contemplar, con responsabilidad y empeño.
En medio de todo esto encontramos
a los padres y madres del colectivo. No resulta fácil ser padre o madre de una
persona con cualidades distintas. Sufren un gran deterioro físico y
psicológico, se olvidan de sí mismos para entregarse por completo al hijo,
viendo como se deteriora su salud, la vida social, el trabajo, el tiempo libre,
su autoestima, horas de sueño y…Por todo ello, merecen un inmenso respeto
quienes dan todo lo mejor de su vida a cambio de nada, solo por el gran amor a
su hijo, a su familia. Las administraciones públicas, las instituciones y
empresas privadas, la sociedad en general, deberían ser conscientes de esta
realidad de desigualdad que existe entre familias con algún miembro discapacitado
y familias donde no existe el problema y tratar de acabar con esta situación injusta y discriminatoria.
La sensibilización de la comunidad está avanzando,
lentamente, pero avanzando, aunque el proceso hacia la igualdad real será largo
y de mucho sacrificio. Padres y madres, a vosotros os dedico este artículo, con
humildad y mucho cariño. Sois luz y ejemplo vivo para todo el mundo “normalizado”.
Hola amigo Mingo cuantas personas harían falta como tú para hacer cambiar la actitud de esta sociedad que cree aun que las personas con discapacidad somos unos privilegiados, pero que no es así y tú lo sabes muy bien, y lo reflejas muy bien en este escrito....un saludo y como darte las gracias por tu implicación en el mundo de las discapacidades.
ResponderEliminarVuestra filosofía en vuestra forma de ser, es también mi filosofía. Sois trabajadores, sacrificados, emprendedores, voluntariosos y por encima de todo, LUCHADORES. Todo eso hace, que yo ame el mundo de la DIS-CAPACIDAD. Soy feliz aportando todo aquello que puedo aportar y soy feliz colaborando, en todo aquello que puedo colaborar. Quien hable de privilegios refiriéndose a la dis-capacidad, o desconoce profundamente a este colectivo o es muy mal intencionado.
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